martes, 13 de febrero de 2007

EL CODIGO DA VINCI

El código Da Vinci es una novela de misterio, perteneciente a la literatura comercial, escrita por Dan Brown y publicada por primera vez por Random House en 2003 (ISBN 0385504209). Es un bestseller mundial, con más de 60 millones de ejemplares vendidos y traducido a 44 idiomas.

Combinando los géneros de suspense detectivesco y esoterismo new age, con una teoría de conspiración relativa al Santo Grial y al papel de María Magdalena en el cristianismo. La novela espoleó el difundido interés (sobre todo en los Estados Unidos de América) por ciertas teorías de complots “urdidos en la sombra por poderes ocultos”, un fenómeno definido por Brown como el “auge conspiranoico”.

El catedrático y afamado simbologista Robert Langdon se ve obligado a acudir una noche al Museo del Louvre, cuando el asesinato de un conservador deja tras de sí un misterioso rastro de símbolos y pistas. Con su propia vida en juego, Langdon, ayudado por la criptógrafa de la policía Sophie Neveu, descubre una serie de asombrosos secretos ocultos en la obra de Leonardo Da Vinci, secretos que apuntan todos a una sociedad secreta encargada de custodiar un antiguo secreto que ha permanecido oculto durante dos mil años. Juntos se embarcan en una emocionante búsqueda que los lleva a París, Londres y Escocia, mientras reúnen pistas en un intento desesperado de descifrar el código y revelar secretos que harían tambalear los cimientos de la humanidad.

LA IGLESIA CATOLICA RESPONDE


Al terminar la lectura de El Código Da Vinci, te quedas con una imagen concreta, y no muy halagadora, de la Iglesia Católica Romana.

De vez en cuando, la novela trata de cubrirse las espaldas afirmando que la Iglesia católica moderna no se implicaría en hechos tan viles, porque, ¡caramba!, ha hecho mucho bien, a pesar de que ha hecho mucho mal. Y, además, al final se demuestra que los malos chicos católicos no eran tan malos chicos después de todo (excepto por los asesinatos), sino víctimas de las estratagemas de Teabing, al que descubrimos como el misterioso «Maestro» que pone a todo el mundo contra las cuerdas.

Sin embargo, nada de todo ello puede rebajar el resultado global de la novela, en la que la Iglesia católica aparece como una institución monolítica y férreamente controlada, dedicada a propagar una ficción a un mundo que anhela ser libre.

Esta imagen de la Iglesia católica no está ausente en la cultura popular ni se limita a la historia reciente. No hay más que acudir a la rica propaganda anticatólica, gráfica y verbal, del siglo XIX en América. Las mismas cosas, solo que en un lenguaje más florido y con una dureza más descarada cuando se dirigen contra el odiado clero.

Esta es la imagen que recorre El Código Da Vinci, y más vívidamente en su descripción del Opus Dei.

EL SANTO GRIAL

La palabra “grial” etimológicamente viene del latín tardío “gradalis” o “gratalis”, que deriva del latín clásico “crater”, vaso.

En los libros de caballería de la Edad Media se entiende que es el recipiente o copa en que Jesús consagró su sangre en la última cena y que después utilizó José de Arimatea para recoger la sangre y el agua que se derramó al lavar el cuerpo de Jesús.

Años después, según esos libros, José se lo llevó consigo a las islas británicas (ver la pregunta ¿Quién fue José de Arimatea?) y fundó una comunidad de custodios de la reliquia, que más tarde quedaría vinculada a los Templarios.

Esta leyenda es probable que naciera en el País de Gales, inspirándose en fuentes antiguas latinizadas, como podrían ser las Actas de Pilato, una obra apócrifa del siglo V. Con la saga céltica de Perceval o Parsifal, vinculada al ciclo del rey Arturo y desarrollada en obras como Le Conte du Graal, de Chrétien de Troyes, Percival, de Wolfram von Eschenbach, o Le Morte Darthur, de Thomas Malory, la leyenda se enriquece y difunde.

El Grial se convierte en una piedra preciosa, que, guardada durante un tiempo por ángeles, fue confiada a la custodia de los caballeros de la orden del Santo Grial y de su jefe, el rey del Grial. Todos los años, el Viernes Santo, baja una paloma del cielo y, después de depositar una oblea sobre la piedra, renueva su virtud y fuerza misteriosa, que comunica una perpetua juventud y puede saciar cualquier deseo de comer y beber. De vez en cuando, unas inscripciones en la piedra revelan quiénes están llamados a la bienaventuranza eterna en la ciudad del Grial, en Montsalvage.


http://www.conelpapa.com/codigo/48.htm